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D I A R I O

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Muy buenas. Sé que llevo mucho tiempo sin pasarme por aquí y son muchas las personas que me han “reclamado” (de forma cariñosa siempre) que volviese.

No es que no quiera volver, pero me cuesta ponerme. Siempre tengo alguna excusa o algo mejor que hacer.

Cada capítulo es doloroso y como ya te he dicho muchas veces trasladarme ahí me escuece. Cierto es que una vez que acabo es muy liberador y con todos los mensajes de apoyo que recibo la verdad que merece la pena.

Para ponerte en situación que seguramente ya se te haya olvidado donde me quedé, me habían dicho que efectivamente tenía cáncer y que debía visitar al oncólogo y empezar con el tratamiento cuanto antes.

El cáncer siempre es cuestión de tiempo.

Y madre mía qué caos hubo los siguientes días. Lo recuerdo con horror.

Visitando millones de hospitales, consultas, con la moto de aquí para allí y con una pedrada en la cabezota muy importante.

Yo estaba en una nube pero con una fuerza que brotaba del más allá y que me iba sosteniendo. Una especie de locura transitoria que se activa para afrontar lo que te está viniendo encima.

No está interiorizado ni digerido ni mucho menos procesado, pero esa locura te ayuda a actuar rápido y firme. Al menos a mí y es un tema que he compartido con otros pacientes. Es como una especie de adrenalina que te hace pensar que puedes con todo y que lo vas a superar.

Yo estaba enfocada en todo lo que tenía que hacer y tampoco quería profundizar mucho más.

Además en ese momento me tocaba tomar la difícil e importante decisión de dónde y con quién iba a tratarme.

El caso es que cuando te diagnostican un cáncer de repente te vuelves muy loca, (al menos eso me pasó a mí) pensando que tienes que consultar varias opiniones. Por si acaso. Además, de repente todo el mundo es experto y tiene médicos y conocidos especialistas que te dicen cómo tienes que hacer y a quién tienes que visitar.

Y yo antes de decidirme estuve dudando mucho, no te creas. Como ya te he comentado, mi amiga Raquel tiene muchos contactos y muy buenos y por si acaso, se movió rápidamente y contactó con un familiar lejano pero muy cercano, que casualmente y afortunadamente, tenía un alto cargo en La Paz.

La verdad es que se portó increíble conmigo y fue un encanto. Me concertó una cita con una ginecóloga maravillosa de allí; la Dra. María Herrera de la Muela. Cuántas veces me pregunto por qué no la elegí a ella. Era un cielo, tenía súper buenas referencias y me trató siempre con un cariño enorme. Pero claro, ella no era oncóloga si no ginecóloga.

Me dijo que estaba a mi disposición para lo que necesitase y vaya que si lo estuvo; ya te contaré.

Por otro lado, mi amigo Raúl tiene un primo oncólogo especialista en mama y en radioterapia en el HM Sanchinarro. Me convenció para ir a verle y saber también su opinión al respecto.

Así que para allí que me fui a ver al DR Montero que realmente fue un verdadero encanto. Muy profesional, muy cariñoso y muy humano. Es un crack como médico y como persona. Te hablaré de él más adelante porque también me trate con él pero por ahora solamente te cuento que me confirmó lo mismo que me decían todos, que ese era el tratamiento protocolizado para un caso como el mío, que la cirugía podía hacerse antes o después, pero que estaba bien la teoría de tratarme antes con la quimio para saber cómo respondía el tumor. También me dijo que estaba a mi disposición para ayudarme en lo que necesitase. Súper agradecida le dije que estaríamos en contacto.

Pero como ya te he adelantado decidí centralizarlo todo en el mismo sitio y el Dr Sainz de la Cuesta (el ginecólogo de Quirón Pozuelo), me había recomendado la oncóloga de este hospital, LGC.

Hasta entonces creí que yo calaba a las personas pero uno de los fallos más gordos de mi vida fue elegir a esta doctora. Es verdad que en ese momento estaba muy vulnerable, confundida y me dejé engatusar.

Fui a conocerla y me pareció una mujer que por su edad relativamente joven, podría conectar más conmigo y me entendería mejor.

No sé, me habían dado buenas referencias (ya no sé ni quién me engañó así) y además me gustó que tenía una fundación donde un grupo de mujeres corrían juntas y que eso era muy bueno para las pacientes. Siempre me han gustado las personas solidarias. He de decir que nunca fui a correr con ellas. Odio correr. Y menos mal porque después me he enterado que si no vas, te coge manía y es como una especie de mafia lo que tiene.

Ya te iré contando más pero con ella tenía la sensación de que le molestaba que yo dentro de todo estuviese bien. ¿Te lo puedes creer? ¿Tú medico? ¿Tu oncólogo? La persona en la que más tienes que confiar. Yo iba con mi sonrisa por bandera y no me duraba ni 20 segundos. Bastante surrealista todo. Dani sin embargo la caló desde el minuto 1. No le gustaba nada y me decía que tenía la sensación de que él le caía mal. No era él, éramos todos.

Me excusaba con que el médico no tiene que ser tu amigo sino un profesional pero joder, eso ya pasaba los límites.

Mi prima Mai me decía muchas veces que tenía que escribir un libro que se titulase, Mi oncóloga me odia. Que podía ser un bestseller.

El caso que finalmente me decidí por la dichosa señora LGC. Maldito el día. Me dijo que los pasos eran quimio y cirugía.

La quimio que me esperaba eran 4 sesiones de quimio cada 21 días de AC (Adriamycin y ciclofosfamida) AKA “la roja”, y 12 sesiones semanales de Taxol. Después ya tocaría la operación.

Y allí estaba yo en su consulta el 01/12/16 perdida y asustada y sin saber de dónde me salía esa extraña fuerza que me sostenía con mi lista de preguntas gigantes en las que incluía:

¿Se me va a caer el pelo sí o sí? - Sí. A los 15 días más o menos de la primera sesión se te va a caer.

¿Voy a poder ser madre después de esto? - “Como aún eres muy jóven, sería conveniente que hicieses una preservación de óvulos. Eso va a hacer que se retrase un poco el tratamiento. Deberías de correr. Es un proceso caro, te recomiendo que vayas al IVI y lo hagas cuanto antes.”

¿Hay alguna posibilidad de conservar mi pecho? - No. No podemos extirpar solo el tumor porque como es muy grande y tiene focos en diferentes cuadrantes del pecho, tenemos que quitar el pecho completo, piel y pezón incluido. Auch! Pupita de la buena. “Eso ya lo veremos…” pensaba yo. Pobre ilusa.

¿Tengo que dejar de fumar? - Sería conveniente pero no es necesario ya que tú no tienes un cáncer de pulmón. (Sí sí…, esto me soltó)

¿Tengo que dejar de comer o beber algo? - Dieta mediterránea. Duerme bien y haz ejercicio.

¿Tengo que usar cremas especiales? - Mucha protección solar.

¿Puedo estar con una perrita e incluso que duerma conmigo? - ¡Por supuesto! No hay ningún problema.

Cuando tengas solucionado lo de la preservación, empezamos con el tratamiento. Mantenme informada. Mientras tanto te vamos a hacer un Pet Tac. ¿Y eso que narices será?

Pues eso ya te lo cuento el próximo día que bastante rollo te he soltado. Mientras tanto muy #cabezota, sigo caminando.





Una cosa que nunca hice fue mirar en internet. No se cómo lo conseguí pero me parecía ya todo tan horrible que no quería cargarme con más mierda y desinformación, que ya se sabe que lo que te espera en la red es todavía peor, así que me dediqué a intentar tener la cabeza ocupada mientras lo único que podía hacer era ESPERAR.


Y ¿cómo son de desesperantes las esperas? Nunca mejor traído lo de desesperante. Prefijo des, denota negación; y esperante, aunque no se utilice, es la persona que espera. La puñetera ESPERA puede acabar con la más inalterable paciencia o la serenidad más yóguica. Créeme si te digo que te puedes llegar a volver muy loco. Y éste proceso tiene mucho, pero mucho, de angustiosa y atormentada espera, lo que te lleva a aprender a trabajar a base de palos y noches en vela, una paciencia casi inhumana.


Siempre me he considerado una persona con ésta virtud bastante desarrollada pero en ése momento la verdad es que me estaba costando muchísimo. Intenté estar todo lo entretenida y acompañada posible y gracias a mi infantería pesada que me ayudaron a ello, fueron pasaron los días.


El día 21 de ese mes de noviembre del dieciséis, es decir cuatro eternos días después de saber la noticia y del finde más largo de mi vida, me llamó por fin mi ginecólogo el DR. Aguirre (beso al cielo) para confirmarme que el Jefe de Servicio de Ginecología del Hospital Quirón de Pozuelo, que se llama Ricardo Sainz de la Cuesta Abbad, sería quien me lleve.


Raquel, que como ya sabéis es una de mis oficiales generales, tiene unos contactos increíbles y cuando se trata de ayudar a alguien que quiere es implacable. Fue decirle el nombre del doctor, y enseguida habló con su padre que resultó tener un amigo, Eduardo, que jugaba al golf con el facultativo y le dijo que me tratase con cariñito.


Por fin me llamó y me dijo que dos días más tarde (es decir, el 23) tenía cita en su consulta. La verdad es que ahora en perspectiva todo fue muy rápido pero la sensación era que no pasaban los segundos.

Entré a su consulta fría y enorme hecha un flan y sintiéndome muy pequeñita y asustada. Me comentó que el Dr. Aguirre (beso al cielo) y Eduardo, habían hecho sus deberes. Tal y como correspondía, me hizo contarle toda mi relación con ese bulto que agarraba perfectamente con mis manos. Justo como me habían adelantado mis compis, teníamos que ponerle nombre y apellidos para saber cuál sería la hoja de ruta a seguir.


Para el día siguiente, tenía organizado una ecografía con BAG, que es una biopsia con una aguja gorda, para coger muestra y determinar de qué estábamos hablando.


La verdad es que todo el mundo me trato súper bien y con mucho cariño. Creo que me veían jovencita y asustada y me sentí arropada por esa gente extraña en la que pones tu cuerpo y tu vida a su disposición. Los médicos y personal sanitario, así como los talleres mecánicos, son profesionales que cuentan con la fe ciega de sus pacientes o clientes. Por lo general, obviamente no tienes ni idea ni ningún conocimiento de lo que pasa por lo que vas a hacer todo lo que te digan. Casi con cada prueba o tratamiento, firmas un porrón de papeles con un montón de riesgos y cosas que ni entiendes, pero que sinceramente no te queda más remedio que firmar. Yo ya ni me lo leo la verdad porque si no, no firmaría nada.


Volviendo a la camilla donde me hacían la ecografía, me pusieron anestesia local y me empezaron a dar pinchazos en la teta a diestro y siniestro. Como tenía varios bultos, cogió muchas muestras…. No recuerdo dolor, pero sí impresión porque la aguja, como su nombre bien indica, es bastante gorda. Eso sí, me quedó la teta como un colador y llena de moratones.


Además, sugirieron que había unos ganglios engrosados en la axila derecha, por lo que cogieron también una muestra, pero esta vez, con una aguja fina.


Y después a seguir esperando resultados. Ya estábamos a jueves así que otra vez pasaría por lo menos el fin de semana hasta tener noticias.


Mi amiga Ariadna nunca había ido a un tuppersex así que antes de todo esto, habíamos organizado uno en mi casa. Era un martes y decidimos no cancelarlo. Siempre es genial una reunión de amigas y en ese momento lo necesitaba. Además en los tuppersex, puede que al principio la gente esté más cortada, pero luego se genera un ambiente de confianza y una energía súper guay. Pensarás que estoy loca, pero la verdad es que nos lo pasamos bomba y me vino genial. De hecho, si no hubiese sido martes, que al día siguiente la gente tenía que trabajar y que yo tenía la cita con el Dr Sainz de la Cuesta para recoger los resultados, quizás hasta hubiésemos salido. Con el juguetito que se hizo cada una, ya no lo comparto. Lo que pasa en un tuppersex, se queda en el tuppersex. ; )


Otro dato salado, es que en esa época estaba haciendo entrevistas de trabajo en tres sitios diferentes. La verdad es que tenían todos muy buena pinta y sobre todo en dos de ellos, los procesos estaban bastante avanzados.


Llevaba años en el banco y la verdad es que no había hecho muchas entrevistas. Mi generación no tuvo mucha suerte a nivel laboral porque nos pilló la crisis en nuestro primer trabajo (al menos teníamos uno por lo que seguíamos siendo afortunados), pero nos perjudicó a la hora de cambiar y subir de sueldo o categoría.


Ese mismo día 30 que recogía resultados, si a las 19h tenía la consulta con el médico, a las 16h estaba haciendo la mejor entrevista que he hecho en mi vida.


La gente me decía que cómo se me ocurría hacer una entrevista tal día como ese pero sinceramente, me encantó meterme en aquella sala y por dos horas olvidarme del calvario en el que estaba inmersa. Salí de ahí muy satisfecha y orgullosa de mi misma. Y además, aún, mi evidencia tal y como me había aconsejado mi psicóloga, era que solo tenía unos bultos. ¿Te imaginas que al final no es nada y dejo pasar la oportunidad de mi vida? Ni en broma.


Después de salir de la entrevista, fui a casa con Dani y nos dirigimos al hospital Quirón Salud de Pozuelo a conocer los detalles de mi subida por laderas escarpadas. En menos que canta un gallo y sin previo aviso, me había convertido en alpinista sin experiencia a punto de empezar a subir el Everest.


Allí me esperaban los míos. Ya te conté que tenía una familia grande ¿verdad?, pues lo que pasó allí no era normal. Qué vergüenza me da pensarlo ahora porque ni cabíamos en la consulta. Tuvieron que traer sillas de otras salas y todo. Pero claro, todos querían estar allí conmigo y ¿a quién le dices que no? Yo no era capaz de negárselo a ninguno de ellos así que con mucha vergüenza, le pedimos permiso para entrar todo el clan y por suerte fueron comprensivos con la situación y nos dijeron que sí. Yo me senté delante del médico, con mi padre y con mi madre. Detrás estaban mis valkirias, Paola, Sandra y María (Mai). Paola y Sandra son mis hermanas mayores; mis extensiones, mis amores, mis segundas pieles. Mai, es mi primita pequeña; mi ratita presumida a la que amo y adoro con toda mi alma. Y por último mi Dani, el amor de mi vida, que se puso de pie y apoyado en la ventana. Todos ansiosos porque empezase hablar de una santa vez ese señor estupefacto con todo el público al que se enfrentaba. ¿No te parece horrible esa espera a la que te enfrentas mientras el médico lee tu historial y hasta que empieza o empiezas hablar? ¡Qué silencio tan perturbador!.


Lamentablemente se confirmaron los miedos y el resultado que dictaminó anatomía patológica fue un “Carcinoma Ductal Infiltrante Grado 3 provisional de Nottinham”. Zas! Tragué saliva a ver si pasaba el nudo de la garganta.


Nos explicó que las mamas se dividen en cuadrantes. UCS es la Unión de Cuadrantes Superiores y CSI, el Cuadrante Superior Izquierdo. Ahí mismo se encontraba el tumor principal de la mama derecha que medía 4,3 cm x 3,5 cm. Muy grande. Además, tenía algunos tumores satélites de 6mm, otro dos de 8mm, otro de 9mm y otro de 10mm repartidos por toda la teta.


La izquierda no estaba afectada y los ganglios de la axila que me habían biopsiado, tampoco.


La noticia cayó como una roca pesada. La zozobra formaba una nube negra en la consulta y se respiraba un aire cargado de desolación, tristeza y angustia. Que pánico aterrador da la palabra cáncer, madre mía.


Yo aunque quería trabajar en la evidencia de María Jesús, la verdad es que tenía bastante claro y casi interiorizado que tenía cáncer, pero eso no me libró de que se me encogiese el cuerpo entero, empezase a tener un cosquilleo en la zona de la mandíbula y recorriese por mis venas una falsa sensación de frío.


Con una fina voz nerviosa le comencé a hacer un montón de preguntas que llevaba en una lista gigantesca. No se esperaba que me hubiese informado tanto previamente y cuando le pregunté si era hormonal, me confirmó que sí que lo era. Esto me dio cierta tranquilidad porque como ya te comenté, MJ me había dicho que eso, de alguna manera, eran buenas noticias.


Siempre intento ver el vaso medio lleno por lo que quería focalizarme en que “solo” tenía afectada una mama y no las dos, que los ganglios estaban limpios, y que era un tumor hormonal.


Cuando se trata de tratar tumores malignos, en muchos hospitales tienen comités multidisciplinares donde se reúnen ginecólogos, oncólogos, radiólogos, cirujanos y otros varios etcéteras que donde determinan cuáles son los mejores pasos a seguir y con qué herramientas va a llevarse a cabo. En mi caso, habían determinado que necesitaba quimioterapia antes de nada (auch). Ni te cuento el pavor que da esa palabra. Casi más que el cáncer.


La hoja de ruta empezaba a coger forma. Además, ya teníamos el nombre pero faltaban los apellidos por lo que nos quedábamos emplazados al día siguiente para conocer a la oncóloga y ver cómo íbamos a ponerle esos títulos al tumor.


Le pedí a mi familia que por favor saliera de la consulta para comentarle al médico algunas cuestiones de manera privada y confesarle algunos hábitos que tenía que me ayudaban a relajarme y que nadie más, y menos mis padres, tenían por qué enterarse. Quiero mucho a mi familia pero también creo que es necesaria esa intimidad en ciertos momentos. Por supuesto que lo comprendieron y salieron.

No me quiero ni imaginar sus comentarios mientras yo estaba sola en la consulta ni cuantas lágrimas estaban derramando. Pobrecitos. Qué miedo teníamos todos. Salí, les abracé mucho y lloramos muy fuerte; pero también les afirmé con una seguridad sorprendente, que iba a darlo TODO. Y punto. Que no había plan B.


Siempre he mentido muy bien. No soy mentirosa por suerte, pero necesitaba trasmitirles que todo iba a ir bien. No podía hacerles más daño del que ya sentían. Mis pobre papis. Su hija pequeña. Tenía que desplegar las dotes de actriz frustrada que llevaba dentro y aunque estuviese literalmente cagada encima, en ese momento, tenía que ocultarlo muy bien. Y una cosa te digo, a veces pretender que estas bien, te hace no sentirte tan sumamente mal. Es una cosa bárbara el poder de la mente y los mensajes que mandamos a nuestro cuerpo. El cerebro o subconsciente no entiende de realidades y si estas triste pero te pones a bailar o saltar,


se cree que estas feliz. Misterios de la mente humana, pero es así.


Fuera del hospital, Raquel y Mirari que habían dejado a medias su clase de boxeo tras recibir el mensaje de Mai confirmando que efectivamente era cáncer, corrieron a esperar fuera del hospital para seguir abrazándome.


Y con ese cariño del bueno que me estaba sustentando, nos fuimos a casa hasta el día siguiente.


Y hasta aquí por hoy que menuda chapa te he dado.


Hasta la próxima muy #cabezota, seguimos caminando.









Llevo días sin escribir. Me está costando mucho, la verdad. Llevo una época en la que muchas parcelas básicas de mi vida están muy lejos de estar sólidas, estables o tranquilas.


Papi ingresado por enésima vez este año por una insuficiencia cardíaca y sus respectivas consecuencias; yo con un dolor y con una inflamación en el lado izquierdo (zona hígado) que me tiene “cagaita” (mañana me lo reviso); en el trabajo en medio de una tormenta de rayos y truenos con la que está cayendo ya fuera; un futuro muy incierto; un orzuelo en el ojo derecho; una lesión en la muñeca izquierda que me tiene frita desde hace meses; ciática; Dani inestable en el trabajo; temas familiares varios; un coche roto continuamente; incertidumbre con mi nuevo tratamiento que aún no sé cómo está funcionando; impulsar cabezotas, que soy inexperta, y a veces me cuesta planificarme bien; en fin, que a ratos tampoco me importaría hacerme un rato bicho bola y simplemente rodar y rodar.


Además, trasladarse a ciertos momentos pica, escuece, araña, quema… menos mal que a la par tengo muchos mensajes de felicitación por el proyecto llenos de cariño, ánimo y apoyo y que hacen que rascar ahí, sea un poquito más doli-gusti que un ardor insoportable.


Por tanto, sé que me perdonas si a veces tardo un poquito más.


Así pues, retornando a esa terraza de la calle Fuencarral aquel 17/11/2016, tras darle la noticia a Dani y que Mirari pensase que esa situación no estaba siendo para nada como en las pelis porque nuestro estado era más bien de fliping in colours que de tristeza o preocupación, nos fuimos como autómatas a Orense 6. Esa casa es inolvidable. Es una fiel testigo de fiestas, quedadas, conversaciones, resacas, y muchos ronquidos de visitas fugaces (y no tan fugaces), en un sofá que ocupaba casi todo el salón y que atrapaba a tu persona en el mismo instante que descansabas tus posaderas en él.


Y esa noche Mirari durmió conmigo. No querían dejarme sola. He de confesarte que tengo mala memoria y a veces necesito preguntar. Raquel me recuerda que mi máxima obsesión tal día como hoy hace 4 años era el cómo iba a contárselo a mis padres, y aunque no te lo creas, no tengo ni puñetera idea de cómo lo hice….


Mi mami preciosa, cada vez es más común que sueñe despierta con recuerdos de infancia; mi papi, un señor con barba, le ha hecho varias veces un buen corte de manga a la mujer de negro y entre peineta y peineta, ha pasado un ictus gordísimo que le ha dejado la memoria un poco tocada. Así que menudos tres. Esto, estoy convencida, que son mecanismos de defensa que tiene el cuerpo cuando la realidad es tan dura que es difícil de enfrentar, pero dicha afirmación como muchas otras que leerás aquí, están basadas en estudios que me invento yo ; ). Al final cada uno habla desde su experiencia y realidad. Total, que tenemos la sensación de que fue todo muy triste, muy duro y muy angustioso, pero ninguna idea de pormenores. Imagínate.


Eso sí, recuerdo sensaciones y mucho caos los días siguientes. Mucha espera, muchos médicos, más espera, mucho rimmel corrido, mucha espera, muchas dudas, otra vez rimmel corrido (uy perdón, quería decir máscara de pestañas por si lo lee Clara), muchas preguntas, más lágrimas, muchas dudas, mucha ansiedad. Mucha mierda de ansiedad. Aunque tampoco puedo negar una cosa; hubo mucho cariño, muchos abrazos, muchos mimos, muchos cuidados, muchos regalos y mucho mucho amor.


Dani cogió un vuelo de vuelta de Alemania esa misma noche para el día siguiente. Recuerdo cuando llegó un abrazo eterno y empapado de lágrimas. Los abrazos de Dani siempre me han parecido “casa”, son muy envolventes y siempre me he sentido muy a gusto y como a salvo. Hay una canción que cada vez que la escucho me recuerda a esa sensación de estar entre sus brazos musculosos y peludos; “Rather be” de Clean Bandit: “We're a thousand miles from comfort, We have travelled land and sea, But as long as you are with me, There's no place I'd rather be”.


Me acuerdo que me cogió bien fuerte las manos y me dijo con una convicción aplastante: Tú sabes que de esto no te vas a morir ¿verdad Tami?. Me lo dijo con el mismo tono y la seguridad con el que un juez americano dicta sentencia en las pelis. Y yo, me lo creí. Y qué bien me hizo escucharlo. Hasta ese momento nadie me había hablado tan claro de la muerte aunque la palabra cáncer casi lo lleve implícito en sus letras. No lo sabía pero lo necesitaba mucho. Necesitaba que alguien me hablase claro y que además creyese en mí así, de aquella manera tan firme. Si él tenía una fe tan ciega, ¿por qué no iba a ser posible?

Aproveché una cita ya reservada antes de la bomba con mi psicóloga María Jesús que casualmente era psico-oncóloga, aunque yo hasta ese momento estaba tratando la ansiedad galopante que me tenía empastillada con paroxetina desde hacía más de 6 meses. Ella había pasado por varios cánceres por lo que sabía perfectamente de lo que habla; no solo por la amplia experiencia que tiene con sus pacientes, si no por sus propios procesos. Su sorpresa fue mayúscula cuando ese día en vez de hablarle de lo harta que estaba de la situación en el trabajo o de mi condición de superwoman siempre for you, le solté el bombazo. Automáticamente canceló a su paciente siguiente y entre muchas cosas me dijo algo que para mí fue paliativo. En un folio en blanco, me escribió en azul y bien grande: EVIDENCIA. Aún lo conservo. La evidencia de ese preciso momento era que yo tenía un bulto y me lo estaban analizando. Punto. Aún no sabíamos qué era. Aún no teníamos nombre y apellidos. Aún no había ninguna hoja de ruta. Aún no sabíamos ABSOLUTAMENTE NADA MÁS. Pensaréis que es una tontería pero os juro que en ese momento fue otra muleta más con la que andar los siguientes días en los que la incertidumbre camina pegada a mi y asfixiando.


En el banco tenía dos compañeras a las que admiraba mucho y que habían pasado también por un cáncer de mama. No dude ni un segundo en quedar con ellas para que me contasen todo lo que pudiesen.

Primero me reuní con MJ. Ella me contó su experiencia, los tratamientos que hizo, algunos tipos de pruebas y me dijo que lo más importante era ponerle nombre y apellidos al tumor para saber la hoja de ruta. Me dijo que se trató en el Hospital HM Sanchinarro y estaba muy contenta. Me explicó que los tumores de pecho sobre todo se dividían entre hormonales y no hormonales. Que su caso había sido hormonal y que si ése era el mío, tenía “suerte” dentro de todo porque una vez pasada la cirugía y tratamientos correspondientes, se continúa con una pastilla que previene la recidiva; bueno, debe ser que es en la mayoría de los casos, pero obviamente y como bien sé, no en todos.


B sin embargo, me contó que había tenido un triple negativo. Éste tipo de tumor es muy muy agresivo pero si se coge a tiempo y responde al tratamiento, se supera como ella misma hizo. Me contó sus tratamientos, me dio un montón de tips súper útiles, me transmitió mucha fuerza y me dijo que tenía un grupo de whatsapp con mujeres que había conocido durante su proceso y que le venía genial compartir con ellas. Me comentó que se trató en La Paz y que estaba encantada. Me descubrió a Ángela Navarro y me convenció cuando me dijo el mimo con el que allí te tratan. En esos momentos solo necesitas mimos.

La verdad que esas conversaciones me tranquilizaron mucho. Al menos ya tenía un poquito más de información.


Ahora solamente queda esperar la llamada del Doctor.


Así que, hasta la próxima muy #cabezota, seguimos caminando.









Asociación para recaudar fondos, investigación contra el cáncer, apoyo y consejos a pacientes y familiares

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