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Foto del escritorTamáriz Álvarez

(Des) Espera





Una cosa que nunca hice fue mirar en internet. No se cómo lo conseguí pero me parecía ya todo tan horrible que no quería cargarme con más mierda y desinformación, que ya se sabe que lo que te espera en la red es todavía peor, así que me dediqué a intentar tener la cabeza ocupada mientras lo único que podía hacer era ESPERAR.


Y ¿cómo son de desesperantes las esperas? Nunca mejor traído lo de desesperante. Prefijo des, denota negación; y esperante, aunque no se utilice, es la persona que espera. La puñetera ESPERA puede acabar con la más inalterable paciencia o la serenidad más yóguica. Créeme si te digo que te puedes llegar a volver muy loco. Y éste proceso tiene mucho, pero mucho, de angustiosa y atormentada espera, lo que te lleva a aprender a trabajar a base de palos y noches en vela, una paciencia casi inhumana.


Siempre me he considerado una persona con ésta virtud bastante desarrollada pero en ése momento la verdad es que me estaba costando muchísimo. Intenté estar todo lo entretenida y acompañada posible y gracias a mi infantería pesada que me ayudaron a ello, fueron pasaron los días.


El día 21 de ese mes de noviembre del dieciséis, es decir cuatro eternos días después de saber la noticia y del finde más largo de mi vida, me llamó por fin mi ginecólogo el DR. Aguirre (beso al cielo) para confirmarme que el Jefe de Servicio de Ginecología del Hospital Quirón de Pozuelo, que se llama Ricardo Sainz de la Cuesta Abbad, sería quien me lleve.


Raquel, que como ya sabéis es una de mis oficiales generales, tiene unos contactos increíbles y cuando se trata de ayudar a alguien que quiere es implacable. Fue decirle el nombre del doctor, y enseguida habló con su padre que resultó tener un amigo, Eduardo, que jugaba al golf con el facultativo y le dijo que me tratase con cariñito.


Por fin me llamó y me dijo que dos días más tarde (es decir, el 23) tenía cita en su consulta. La verdad es que ahora en perspectiva todo fue muy rápido pero la sensación era que no pasaban los segundos.

Entré a su consulta fría y enorme hecha un flan y sintiéndome muy pequeñita y asustada. Me comentó que el Dr. Aguirre (beso al cielo) y Eduardo, habían hecho sus deberes. Tal y como correspondía, me hizo contarle toda mi relación con ese bulto que agarraba perfectamente con mis manos. Justo como me habían adelantado mis compis, teníamos que ponerle nombre y apellidos para saber cuál sería la hoja de ruta a seguir.


Para el día siguiente, tenía organizado una ecografía con BAG, que es una biopsia con una aguja gorda, para coger muestra y determinar de qué estábamos hablando.


La verdad es que todo el mundo me trato súper bien y con mucho cariño. Creo que me veían jovencita y asustada y me sentí arropada por esa gente extraña en la que pones tu cuerpo y tu vida a su disposición. Los médicos y personal sanitario, así como los talleres mecánicos, son profesionales que cuentan con la fe ciega de sus pacientes o clientes. Por lo general, obviamente no tienes ni idea ni ningún conocimiento de lo que pasa por lo que vas a hacer todo lo que te digan. Casi con cada prueba o tratamiento, firmas un porrón de papeles con un montón de riesgos y cosas que ni entiendes, pero que sinceramente no te queda más remedio que firmar. Yo ya ni me lo leo la verdad porque si no, no firmaría nada.


Volviendo a la camilla donde me hacían la ecografía, me pusieron anestesia local y me empezaron a dar pinchazos en la teta a diestro y siniestro. Como tenía varios bultos, cogió muchas muestras…. No recuerdo dolor, pero sí impresión porque la aguja, como su nombre bien indica, es bastante gorda. Eso sí, me quedó la teta como un colador y llena de moratones.


Además, sugirieron que había unos ganglios engrosados en la axila derecha, por lo que cogieron también una muestra, pero esta vez, con una aguja fina.


Y después a seguir esperando resultados. Ya estábamos a jueves así que otra vez pasaría por lo menos el fin de semana hasta tener noticias.


Mi amiga Ariadna nunca había ido a un tuppersex así que antes de todo esto, habíamos organizado uno en mi casa. Era un martes y decidimos no cancelarlo. Siempre es genial una reunión de amigas y en ese momento lo necesitaba. Además en los tuppersex, puede que al principio la gente esté más cortada, pero luego se genera un ambiente de confianza y una energía súper guay. Pensarás que estoy loca, pero la verdad es que nos lo pasamos bomba y me vino genial. De hecho, si no hubiese sido martes, que al día siguiente la gente tenía que trabajar y que yo tenía la cita con el Dr Sainz de la Cuesta para recoger los resultados, quizás hasta hubiésemos salido. Con el juguetito que se hizo cada una, ya no lo comparto. Lo que pasa en un tuppersex, se queda en el tuppersex. ; )


Otro dato salado, es que en esa época estaba haciendo entrevistas de trabajo en tres sitios diferentes. La verdad es que tenían todos muy buena pinta y sobre todo en dos de ellos, los procesos estaban bastante avanzados.


Llevaba años en el banco y la verdad es que no había hecho muchas entrevistas. Mi generación no tuvo mucha suerte a nivel laboral porque nos pilló la crisis en nuestro primer trabajo (al menos teníamos uno por lo que seguíamos siendo afortunados), pero nos perjudicó a la hora de cambiar y subir de sueldo o categoría.


Ese mismo día 30 que recogía resultados, si a las 19h tenía la consulta con el médico, a las 16h estaba haciendo la mejor entrevista que he hecho en mi vida.


La gente me decía que cómo se me ocurría hacer una entrevista tal día como ese pero sinceramente, me encantó meterme en aquella sala y por dos horas olvidarme del calvario en el que estaba inmersa. Salí de ahí muy satisfecha y orgullosa de mi misma. Y además, aún, mi evidencia tal y como me había aconsejado mi psicóloga, era que solo tenía unos bultos. ¿Te imaginas que al final no es nada y dejo pasar la oportunidad de mi vida? Ni en broma.


Después de salir de la entrevista, fui a casa con Dani y nos dirigimos al hospital Quirón Salud de Pozuelo a conocer los detalles de mi subida por laderas escarpadas. En menos que canta un gallo y sin previo aviso, me había convertido en alpinista sin experiencia a punto de empezar a subir el Everest.


Allí me esperaban los míos. Ya te conté que tenía una familia grande ¿verdad?, pues lo que pasó allí no era normal. Qué vergüenza me da pensarlo ahora porque ni cabíamos en la consulta. Tuvieron que traer sillas de otras salas y todo. Pero claro, todos querían estar allí conmigo y ¿a quién le dices que no? Yo no era capaz de negárselo a ninguno de ellos así que con mucha vergüenza, le pedimos permiso para entrar todo el clan y por suerte fueron comprensivos con la situación y nos dijeron que sí. Yo me senté delante del médico, con mi padre y con mi madre. Detrás estaban mis valkirias, Paola, Sandra y María (Mai). Paola y Sandra son mis hermanas mayores; mis extensiones, mis amores, mis segundas pieles. Mai, es mi primita pequeña; mi ratita presumida a la que amo y adoro con toda mi alma. Y por último mi Dani, el amor de mi vida, que se puso de pie y apoyado en la ventana. Todos ansiosos porque empezase hablar de una santa vez ese señor estupefacto con todo el público al que se enfrentaba. ¿No te parece horrible esa espera a la que te enfrentas mientras el médico lee tu historial y hasta que empieza o empiezas hablar? ¡Qué silencio tan perturbador!.


Lamentablemente se confirmaron los miedos y el resultado que dictaminó anatomía patológica fue un “Carcinoma Ductal Infiltrante Grado 3 provisional de Nottinham”. Zas! Tragué saliva a ver si pasaba el nudo de la garganta.


Nos explicó que las mamas se dividen en cuadrantes. UCS es la Unión de Cuadrantes Superiores y CSI, el Cuadrante Superior Izquierdo. Ahí mismo se encontraba el tumor principal de la mama derecha que medía 4,3 cm x 3,5 cm. Muy grande. Además, tenía algunos tumores satélites de 6mm, otro dos de 8mm, otro de 9mm y otro de 10mm repartidos por toda la teta.


La izquierda no estaba afectada y los ganglios de la axila que me habían biopsiado, tampoco.


La noticia cayó como una roca pesada. La zozobra formaba una nube negra en la consulta y se respiraba un aire cargado de desolación, tristeza y angustia. Que pánico aterrador da la palabra cáncer, madre mía.


Yo aunque quería trabajar en la evidencia de María Jesús, la verdad es que tenía bastante claro y casi interiorizado que tenía cáncer, pero eso no me libró de que se me encogiese el cuerpo entero, empezase a tener un cosquilleo en la zona de la mandíbula y recorriese por mis venas una falsa sensación de frío.


Con una fina voz nerviosa le comencé a hacer un montón de preguntas que llevaba en una lista gigantesca. No se esperaba que me hubiese informado tanto previamente y cuando le pregunté si era hormonal, me confirmó que sí que lo era. Esto me dio cierta tranquilidad porque como ya te comenté, MJ me había dicho que eso, de alguna manera, eran buenas noticias.


Siempre intento ver el vaso medio lleno por lo que quería focalizarme en que “solo” tenía afectada una mama y no las dos, que los ganglios estaban limpios, y que era un tumor hormonal.


Cuando se trata de tratar tumores malignos, en muchos hospitales tienen comités multidisciplinares donde se reúnen ginecólogos, oncólogos, radiólogos, cirujanos y otros varios etcéteras que donde determinan cuáles son los mejores pasos a seguir y con qué herramientas va a llevarse a cabo. En mi caso, habían determinado que necesitaba quimioterapia antes de nada (auch). Ni te cuento el pavor que da esa palabra. Casi más que el cáncer.


La hoja de ruta empezaba a coger forma. Además, ya teníamos el nombre pero faltaban los apellidos por lo que nos quedábamos emplazados al día siguiente para conocer a la oncóloga y ver cómo íbamos a ponerle esos títulos al tumor.


Le pedí a mi familia que por favor saliera de la consulta para comentarle al médico algunas cuestiones de manera privada y confesarle algunos hábitos que tenía que me ayudaban a relajarme y que nadie más, y menos mis padres, tenían por qué enterarse. Quiero mucho a mi familia pero también creo que es necesaria esa intimidad en ciertos momentos. Por supuesto que lo comprendieron y salieron.

No me quiero ni imaginar sus comentarios mientras yo estaba sola en la consulta ni cuantas lágrimas estaban derramando. Pobrecitos. Qué miedo teníamos todos. Salí, les abracé mucho y lloramos muy fuerte; pero también les afirmé con una seguridad sorprendente, que iba a darlo TODO. Y punto. Que no había plan B.


Siempre he mentido muy bien. No soy mentirosa por suerte, pero necesitaba trasmitirles que todo iba a ir bien. No podía hacerles más daño del que ya sentían. Mis pobre papis. Su hija pequeña. Tenía que desplegar las dotes de actriz frustrada que llevaba dentro y aunque estuviese literalmente cagada encima, en ese momento, tenía que ocultarlo muy bien. Y una cosa te digo, a veces pretender que estas bien, te hace no sentirte tan sumamente mal. Es una cosa bárbara el poder de la mente y los mensajes que mandamos a nuestro cuerpo. El cerebro o subconsciente no entiende de realidades y si estas triste pero te pones a bailar o saltar,


se cree que estas feliz. Misterios de la mente humana, pero es así.


Fuera del hospital, Raquel y Mirari que habían dejado a medias su clase de boxeo tras recibir el mensaje de Mai confirmando que efectivamente era cáncer, corrieron a esperar fuera del hospital para seguir abrazándome.


Y con ese cariño del bueno que me estaba sustentando, nos fuimos a casa hasta el día siguiente.


Y hasta aquí por hoy que menuda chapa te he dado.


Hasta la próxima muy #cabezota, seguimos caminando.






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