D E T R A S D E
C A B E Z O T A S C O N T R A E L C A N C E R
T A M Á R I Z A L V A R E Z
En noviembre del 2016, con 32 añitos de edad noto que un bulto en mi pecho derecho está creciendo descomunalmente. Tras millones de pruebas, aterrorizada y en estado de shock, me detectan un cáncer de mama de grado 3.
La hoja de ruta dice que tengo por delante 6 meses de dura quimioterapia.
En este momento DECIDO que esto no va a acabar conmigo. Hablo con mis células (sí sí, les hablo) y les pido perdón por todo el maltrato que les he causado hasta ese momento y les ruego que me ayuden a superar todo lo que me espera.
Durante la quimio me quedo calva, hinchada, sin cejas, sin pestañas y con un montón de señales más en mi cuerpo. Muy guapa vamos…
Por si fuera poco, termino una relación de 11 años, me da un tromboembolismo pulmonar que casi me muero, me echa mi casero injustamente, tengo problemas familiares muy gordos y la sensación de que mi oncóloga me odia y le importo un pimiento. ¿Qué más puede pasar?
Que mi pecho no se salva.
En este momento creo “Cabezotas contra el cáncer” (@cabezotascontraelcancer), un proyecto que le da una vuelta a esas cabezas de pelucas blancas, aburridas y tristes, decorándolas para convertirlas en pequeñas obras de arte. Gracias a la generosidad y creatividad de muchas personas, organizamos una subasta que recauda fondos para la @fundacionangelanavarro, que ayuda a pacientes oncológicos. Este proyecto me ayuda mucho personalmente ya que transforma una parte muy fea de la enfermedad en algo bonito y solidario.
Al terminar la quimio me enfrento a una doble mastectomía; un momento durísimo del proceso ya que me van a quitar una parte de mi cuerpo muy importante como mujer. ¡Y yo sin novio! ¿¿A ver quién iba a quererme así?? (Este tipo de pensamientos te acechan constantemente).
Por suerte la operación sale bien y comienza una larga reconstrucción que durará más de un año: extirpación, drenajes, expansores y, meses más tarde, las prótesis definitivas, para terminar con la reconstrucción y tatuaje del pezón. Es impresionante lo que se puede llegar a lograr.
Pero era solo el fin de una fase. Ante las opiniones contradictorias de varios médicos me encuentro en la soledad de tener que decidir el darme 15 sesiones de radioterapia para no dejar de hacer todo lo que esté en mi mano por curarme y evitar una recaída (o eso pensaba yo).
Soy una persona muy positiva y “feliciana” y estaba convencida de que una y no más Santo Tomás…. Qué equivocada estaba.
En febrero de 2019, detecto un nuevo bulto minúsculo en el pectoral. Tras una serie de negligencias por parte de mi “querida oncóloga”, me hacen otro porrón de pruebas y me comunican por teléfono que tengo extendida la enfermedad por ganglios, esternón, pulmón, hígado, cuello y otro largo etcétera; que no tengo cura, que ya no me pueden tratar en ese hospital y que me busque la vida en la Seguridad Social porque el posible tratamiento que debo seguir no lo cubre ningún seguro. Dicen que ya el cáncer es un estadio 4 y me pronostican 2 años y medio de vida.
Solo puedo decir TERROR.
Gracias a gente bonita y que me quiere, di con el mejor médico al que considero mi Dios particular (Dr. Javier Cortés); una eminencia de la oncología a nivel mundial que me dijo las dos cosas que necesitaba escuchar en ese momento: “Tu ocúpate de ser feliz y disfrutar de la vida que de tu salud me ocupo yo”; y “yo me voy a encargar de que te mueras de viejita”. Música para mis oídos.
Me derivó a la Dra. Gion en el Hospital Ramón y Cajal y bajo su tutela sigo un tratamiento que se considera el más efectivo en estos casos para paralizar la expansión de la enfermedad.
Al ser hormonal, me extirpan los ovarios y me inducen la menopausia (con 35 años). Aún me considero joven… ¿Imagináis lo que es no tener ni pecho ni ovarios para una mujer? Muy duro.
Por suerte tolero bien el tratamiento y parece que va funcionando aunque ande en una montaña rusa de emociones. En una prueba se mantiene estable; en la siguiente parece que está creciendo en otro lado… y más pruebas…y más sustos.. y más alegrías.. y así ando.
Es un proceso muy duro hasta para el más fuerte. Muchos días de miedo, llanto, rabia, enfado, tristeza, incertidumbre; pero también alegría y sobre todo de muchísimo aprendizaje.
Yo le pongo toda la actitud que puedo que al final es lo único que está en mi mano. Tengo días buenos y malos como todo el mundo. Me considero una persona muy fuerte a nivel físico y mental y creo que estoy llevando todo el proceso más que bien. Y aun así, me permito los días en los que necesito parar y quizás gritar. La vida no es lo que enfrentamos sino cómo lo enfrentamos y la actitud da forma a todo lo que nos sucede a nuestro alrededor.
Me dedico a cuidarme mucho, a nutrirme muy bien, a quererme, a mimarme, a meditar y a hacer mucho yoga, que es magia. Intento disfrutar del momento presente, buscar la alegría y la paz, quitar de mi vida las cosas con las que no conecto y darme cuenta y disfrutar de las que sí. Tengo la suerte de tener muchísima gente que me quiere y me acompaña y que me dan impulso para saltar las piedras del camino. Sin ellos nada hubiese sido igual. Y por si os lo preguntaban, sí, me quisieron.
“Todos nacemos felices. Por el camino se nos ensucia la vida pero podemos limpiarla. La felicidad no es exuberante ni bulliciosa como el placer o la alegría. Es silenciosa, tranquila, suave, es un estado interno de satisfacción que empieza por amarse a uno mismo” (El amante Japonés).