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Foto del escritorTamáriz Álvarez

Antes del viaje

Todos los viajes son especiales, al menos para mí pero yo ese viaje a Colombia de septiembre del dieciséis, lo necesitaba como el beber.

Había tenido el año más estresante de mi vida hasta el momento… EL 2016… Quizás algún día haga un post para contarlo ya que pasaron una concatenación de sucesos insólitos que resultaron en un estrés galopante, una pésima alimentación, una falta absoluta de descanso y sueño y una carencia total de hábitos saludables. Básicamente me olvidé de mí y como podréis imaginar estos ingredientes eran perfectos para favorecer el cáncer.

El caso es que decidí apuntarme a esos 15 días en Colombia con mis amigas. Era un planazo y llevaba años deseando ir a éste país.

Justo antes de subirme al avión me noté un bulto gigante en el pecho. Mucho más de lo normal.

Mi ginecólogo, el Dr. Aguirre (beso al cielo), era bastante previsor y me hacía revisiones con ecografía de mama dos veces al año. Tanta reiteración se debía a que yo tenía un pecho muy fibroso con varios bultos que había que tener controlados, sumado a antecedentes familiares por parte de mi tía materna.

En una de estas revisiones allá por el 2015, resultó que uno de los bultos se creía más grande  y con una morfología desigual. Me hicieron una punción con aguja fina y el resultado fue negativo. Yo la verdad que me olvidé y lo dejé pasar. (Algún día contaré más sobre los distintos tipos pruebas)

Total, que ese maldito bulto era el que yo había notado que había crecido justo antes de montarme al avión. Podía perfectamente agarrarlo con mis manos. Estaba en el pecho derecho.

Disfruté muchísimo ese viaje. Me flipó el país y su gente; sus paisajes; su sabor, su olor y su color; sus costumbres, su educación, su acento, su amabilidad… de verdad vine enamorada. Si cierro los ojos puedo sentirlo. Qué felicidad. Qué despreocupación. Qué tranquilidad. Allí el cáncer no tenía hueco en mi vida y vivía con esa bendita ingenuidad en la que piensas, o mejor dicho, en la que no piensas que te vaya a tocar a ti o te vaya a pasar algo malo. Definitivamente fue un punto de inflexión en mi vida.  

No me preguntes por qué pero de niña decía una tontería como una casa sin fundamento, y simplemente por decir, del tipo: “Como yo soy cáncer (zodiaco), no voy a tener nunca cáncer” Zas! En toda la boca. Diste en el clavo Tamáriz.

El caso es que a mi vuelta, pedí cita con mi ginecólogo y rápidamente me mandó hacerme una nueva punción. Esta vez de aguja gruesa.

Yo tenía cita para recoger los resultados un día concreto, pero me llamaron para adelantarlo.

La verdad es que me extrañó un poco pero como sabía que mi ginecólogo estaba pasando por un cáncer de estómago, pensé que quizás estaba juntando las citas. Ingenuidad o negacionismo nivel mayúsculo.

Por lo general, no soy una persona con muchos miedos. Además, siempre he sido bastante transparente e indiscreta con lo mío y cuento mis asuntos con naturalidad casi a cualquiera.

Tenía la costumbre de ir sola al médico. El día que iba a ir a recoger los resultados, mi amiga y compañera de trabajo Hortensia, me dijo que cómo se me ocurría ir sola. Que “mejor ve acompañada que para recoger resultados es conveniente, no vaya a ser”. La verdad, lo vi razonable.  

Mi novio se llama Dani. Llevo demasiado tiempo hablando y aún no te lo he presentado. Es mi mitad; mi amor, mi amigo y mi compañero. Llevamos juntos toda la vida. Bueno, no toda pero casi. Le conozco desde que yo tenía 17 años, (él 22). Desde ese día nos gustamos y nos queremos y siempre ha habido una conexión especial, pero no fue hasta 5 años más tarde, que iniciamos una relación formalmente hablando. X )

Dani en esa época (la del otoño del dieciséis), andaba por Alemania por lo que no podía acompañarme a la visita. Se me ocurrió  preguntar a mis tesoros que atienden al nombre de Raquel y Mirari si podían acompañarme y tal y como ha sido siempre, bastó un pequeño silbido para tenerlas a mi lado, vestidas con su armadura hecha del amor más puro, macizo e inquebrantable. Sosteniéndome como auténticas espartanas; aunque he de confesar que en aquella sala de espera estábamos cero preocupadas y partidas de la risa hablando de cualquier chorrada.

Hasta aquí por hoy que me ha removido mucho y mientras tanto y hasta la próxima, muy #cabezotas, seguimos caminando.


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